Degustemos un cacao
Por Edgar Aldana Rosillo
Asesor de comunicaciones
El comercio del cacao
El sector productivo siempre es el eslabón más débil en una cadena
de comercialización porque por lo general se produce sin asegurar la venta y un
precio que sea acorde con las expectativas.
Esta situación se presenta en cualquier actividad, llámese
agricultura o industria, con la ventaja para esta última de poder almacenar por
un mayor tiempo lo que se produce.
En cambio, en agricultura todavía se sigue hablando de la
comercialización como uno de los principales cuellos de botella porque a la
hora de recoger la cosecha los precios se deprimen o no hay compradores
suficientes o estos son los que terminan imponiendo lo que van a reconocer por
el producto.
Esto se ve mucho con los productos perecederos que están en
cosecha y llegan a los grandes mercados de abastos del país donde el comprador
tiene el poder y por eso define cuánto le va a pagar e incluso, en ocasiones,
por tratarse de pocos compradores acuerdan un precio, y el agricultor termina
sometido a la voluntad del comprador.
En casos como el del cacao, aunque no es un productivo tan
perecedero como las frutas, las hortalizas o los tubérculos, por citar algunos,
también el agricultor está en condiciones de desventaja.
La razón para ello es que son pocos los compradores que hay en el
país y muchos los vendedores, pues la economía cacaotera se caracteriza por ser
de minifundistas, personas que en promedio tienen 1,5 a 2 hectáreas de cacao,
lo cual resulta insuficiente a la hora de negociar.
A ello se debe sumar la poca asociatividad que se encuentra, tanto
en esta actividad como en muchas otras del campo colombiano, donde el productor
quiere actuar solo y desconfía de su vecino, olvidándose de los beneficios que
traen las diversas formas asociativas.
Por eso resulta inaudito que en un mercado como el colombiano
donde hay déficit de producción de cacao para atender la totalidad de la
demanda, el precio lo siga definiendo un grupo de dos o tres empresas que son las
que adquieren más del 80% de la producción.
En dónde queda el poder de negociación del agricultor que debería
ser el que estableciera el valor de su cosecha cuando sabe que su producto es
escaso pero además es de buena calidad como ha sido reconocido el cacao
colombiano en los mercados internacionales donde ha hecho presencia.
El país está en mora de posicionar su cacao en el exterior, ahora
que entramos de lleno en los acuerdos comerciales, donde los Tratados de Libre
Comercio ya son una realidad y varios de los países con los cuales se han
firmado son deficitarios y están ávidos de un producto como el que puede
ofrecer Colombia.
Se necesita un esfuerzo conjunto de productores y gobierno para
empezar a dar los pasos necesarios que permitan dar a conocer el cacao
colombiano en diferentes países como Estados Unidos o los europeos que son
altamente consumidores de este alimento.
Hay que buscar negocios con industrias multinacionales que compran
cacao a los países africanos, donde deben pagar unos costos altos por fletes y
la cantidad de días de viaje, cuando Colombia está cerca, tiene menores costos
y un producto de alta calidad.
Para ello se requiere el esfuerzo de una entidad como Proexport
pero también de la asociatividad por parte de los productores para completar
las cantidades que demandan los mercados externos y que por las características
de nuestros cacaocultores no lo puede atender uno solo.
Fedecacao está presta a ejercer su liderazgo y darle el apoyo
requerido por los productores pero el gremio solo tampoco lo puede hacer, se
precisa de la unión de esfuerzos. El camino está abierto, los TLC son un reto y
una oportunidad que si se sabe aprovechar permitirá un crecimiento acelerado de
la cacaocultura nacional.
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